Viernes de traición futbolística y de recados sociales. Empiezo el día empapado de sudor escribiendo una columna, corriendo para que no pierda la frescura, que finalmente acabará publicándose mañana. Correr nunca sirve de nada, ni ser puntual, por eso yo nunca lo he sido, porque cuando lo soy, solo ocurren despropósitos y nunca es correspondido con amor esa puntualidad. No sé si me entendéis porque ni yo entiendo lo que he escrito aunque sé muy bien lo que quiero decir. Terminado mi trabajo, me escapo para pasar un buen rato con Rafa y Tristan en las rocas. Tristan ha llegado hace dos días y en apenas unas horas ha cogido el color para no parecer un enfermo y ha perdido los kilos para parecerlo. Mi gran amigo Tristan; quince años de amistad no son pocos. Durante la tarde me he mareado preocupantemente, al borde del desmayo, y creo que deberé ir al médico pronto para calmar mi hipocondría y mi ansiedad. Tras un reposo breve y reparador, voy a Casa Nun a una cena-reunión con La Pepa y Antik Batik; Gabriella, su fundadora, es una mujer con un gusto exquisito, se ve en lo que hace. Yo, ni muy guapo ni muy feo, me veo perfecto vestido con su ropa. Tiene mérito. Al empezar la cena el cielo se viste de colores Antik Batikianos, tiñéndose de un estampado colorido provocado por una tormenta lejana. Este año no tengo a mi lado a Sol, la veo en la distancia discutiendo sobre Gala con Joan: un chico de ojos azules y cuerpo de bailarín poseído por la energía de la musa y genia rusacadaquesenca. Pasamos la noche comiendo, bendecidos por Fred, para acabar –como siempre– en La Frontera. El otro día Olivia me dijo que el mundo cambia pero La Frontera no, y me parece la definición perfecta que explica el porque de nuestro amor a este bar. El coro que formamos es del todo variado; la más guapa, Julietta, sentada a mi lado. En frente tengo a Francesco, Lorenzo y Jona que apuran sus últimas horas en el pueblo. A un lado Carla. Al otro Hannah (no mi Hannah), Max, Aurea y otras amigas. Parece un cuadro surrealista pintado por algún pintor loco. Como todo lo que ocurre en este pueblo. Así, aplicando mi tan apreciada síntesis y cortando en seco, ha sido mi ajetreado viernes.
BOICOT AL BAR BOIA, BOICOT A MOSCARDÓ
El otro día a Moscardó la policía le boicoteó una performance artística. Me pone porque es un extremo tan insultantemente ridículo, que quizás encienda una era de revolución. Molestan los chiringuitos, los pintores, la felicidad y la música. No hay conspiración cuando...