El otro día cenamos en casa de Igor junto a familiares y amigos de estos. Una velada intergeneracional repleta de vino y piscos preparados por Rafa. La madre de Igor, simpática y firme, tiene el aspecto de matriarca y probablemente lo es. En cambio el padre podría ser uno más de la pandilla; de aspecto similar a uno de esos actores americanos de los noventa y repleto de energía jovial. Es como Igor pero con el pelo más blanco y un poco más guapo. Bebemos más que cenamos y, gracias a esa borrachera bizarra de los piscos, acabamos haciendo un karaoke nefasto pero divertido. La casa de Igor, aparte de muy grande y bonita, está situada en una esquina de Sa Conca. Al atardecer la luz del horizonte parece puesta adrede para quedarse hipnotizado lo que dura la puesta de sol (que normalmente es demasiado poco). Al llegar a casa, como ejercicio literario, intento escribir los colores de esa tarde sin mucho éxito; a la escritura le pasa lo mismo que a la pintura, que lo más complicado es captar la luz. Las obligaciones sociales, la noblesse oblige, no dejan de ocuparme tiempo sin importarles ni mi ansiedad, ni mi hígado, ni mi gata Greta que me echa de menos. Entre otras cosas que han ocurrido, organizamos el concierto de Rafael en La Frontera para ratificar que el flamenco es el idioma universal que todo ser humano entiende. Un par de noruegas tocan las palmas como si hubiesen nacido en Cordoba, una pareja de milaneses octogenarios gritan oles a la desesperada, un ingles mueve las manos y los brazos como si fuera la Singla… esto solo ocurre con el flamenco; esto solo ocurre cuando algo te entra tan adentro que desconcierta hasta la genética. Para terminar el breve repaso a mis últimas jornadas, ayer por la noche hablé con Nitus sobre como nos flagelamos continuamente. Nitus tiene lo mismo de simpático e inteligente que de nihilista entristecido; de actitud cristiana y autodestructiva. Le digo que, eso de la felicidad, es tan solo cuestión de valentía. La misma que me falta a mi. Empieza agosto: los refuerzos parisinos están por llegar, mientras tanto, abro la Divina Comedia. Ahí están algunas de las respuestas simbólicas a nuestras dudas. A ver si esta vez las encuentro.
BOICOT AL BAR BOIA, BOICOT A MOSCARDÓ
El otro día a Moscardó la policía le boicoteó una performance artística. Me pone porque es un extremo tan insultantemente ridículo, que quizás encienda una era de revolución. Molestan los chiringuitos, los pintores, la felicidad y la música. No hay conspiración cuando...