Soy un persona de mar al que le gusta más observarlo desde tierra firme que sobre él. Prefiero mirarlo que vivirlo, sobre todo en sus dos estados más extremos; en la calma blanca absoluta y canicular o en la bravura del levante otoñal, cuando las olas golpean tan fuerte que las salpicaduras llegan a los ocho o nueve metros. El hospital donde nací está encarado al golfo de Génova, en un lugar donde desde un pequeño monte puedes observar por poniente la costa monte carlina hasta ver el cabo de Jean-Cap-Ferrat y por el otro lado, por oriente, las playas que van desde San Remo hasta la costa toscana. Y claro, he crecido abrazando las rocas del Cap de Creus y sus aguas saladas. He nacido y he vivido en el mar. Aun así, lo de navegar no es mi fuerte, ni tampoco el estarme horas acostado en una menorquina al sol; es más, si Julietta algún día me deja, no será por lo que se dejan normalmente las parejas, será por no haber conseguido contagiarme su pasión por las jornadas largas encima de un barquito. Si ese día llega, como esas imágenes de las esposas despidiéndose de sus marineros, la veré zarpar hacia el horizonte con gestos de desprecio como diciendo “ahí te quedas”. Se ve que ahora Cadaqués dejará de ser pueblo de mar para convertirse en parque de mar, que es muy distinto. Lo de dormir un par de días en medio de una cala, o pescar algo para picar o lo de cocinar un tentempié desde el barquito ya será cosa del pasado. Esto último me hace especial gracia; dicen que encender un camping gas desde el barco puede provocar incendios forestales. Es un ejemplo sublime que sintetiza como funciona el mundo hoy en día; se inventan peligros inexistentes (¿a caso alguna vez ha habido algún incendio forestal provocado desde un barco?) para joderte la vida. Podéis maquillarlo con los ismos que queráis. Vivo en la contradicción –una vez más– con este tema. Por un lado desprecio quien limita la libertad individual para llenar bolsillos ajenos pero al mismo tiempo vivo con alivio gracias a las nuevas normas bizarras que están por llegar: como no seremos pueblo de mar, al menos Julietta no me dejará por no querer navegar y pasar el día en el barco. No hay mal que por bien no venga.
BOICOT AL BAR BOIA, BOICOT A MOSCARDÓ
El otro día a Moscardó la policía le boicoteó una performance artística. Me pone porque es un extremo tan insultantemente ridículo, que quizás encienda una era de revolución. Molestan los chiringuitos, los pintores, la felicidad y la música. No hay conspiración cuando...